Sólo 10 cuadras separaron la fiesta del Dakar de la represión. En Las Termas de Río Hondo el contraste fue tan violento que a punto estuvo de empañar una fiesta deportiva que observa el mundo entero.
En la avenida Juan Bautista Alberdi (ruta 9), Patricia Luna contaba las emociones que pasaban por su cuerpo al ver pasar las máquinas. "Vine a las 13 para alentar. Lo espero a Patronelli", dijo entusiasmada sin precisar a cuál de los hermanos se refería. Pero a pocas cuadras, en el puente que pasa sobre el río Dulce, a la altura de la calle Fleming, un grupo de mujeres exhibían con bronca las secuelas de la acción policial.
Si bien en la localidad santiagueña se había declarado asueto por el Dakar, algunos trabajadores municipales, sobre todo de la Dirección de Tránsito, que habían sido contratados como monotributistas, fueron a trabajar. Cuando llegaron a marcar las tarjetas se dieron con la novedad de que habían sido cesanteados. La medida afectó a 200 empleados. Por ese motivo se produjo la protesta, durante la cual los manifestantes pretendieron cortar la ruta justo cuando estaban por comenzar a pasar los corredores. La manifestación fue disuelta por la Policía con gases lacrimógenos y balas de goma. Veinte personas sufrieron heridas y hubo cinco detenidos, entre ellos un dirigente gremial.
La protesta no llegó a perjudicar el paso del Dakar y quizás los competidores ni se enteraron de la situación. Es que los cascos y las antiparras impidieron que el gas perjudicara su visual.
Lo que sí llamó la atención fue la mujer embarazada que irrumpió en escena, con el rostro enrojecido y los ojos con lágrimas. "De la nada nos pegaron una repaliza", indicó. Mientras tanto, por detrás, pasaban las motos y unos metros antes un grupo de personas aplaudía la llegada de los competidores. Dos mundos distintos separados por algunos metros y un nutrido grupo de policías con escudos y bastones. Más de un termense pedía a la prensa: "no nos maten". Es que el show había sido opacado por una controversia municipal.